lunes, 16 de noviembre de 2009

capitalismo y movimiento obrero

Movimiento obrero:


El movimiento obrero surge de la Revolución industrial como consecuencia de la falta de derechos que los trabajadores tenían en las fábricas. Se inició en Inglaterra. Al no existir todavía ningún tipo de legislación que regulase la actividad industrial, los trabajadores se veían expuestos a jornadas de trabajo de más de doce horas, los niños trabajaban (siendo uno de los objetivos más atractivos para los empresarios porque sus salarios eran sustancialmente inferiores).
Las primeras manifestaciones del movimiento obrero se plasmaron en el ludismo (destrucción de máquinas) a las cuales se las responsabilizaba de la pérdida de la capacidad adquisitiva del pequeño artesano. Éste término proviene del obrero inglés Ned Ludd, que en 1779 destruyó un telar mecánico. Sin embargo, los obreros se dieron cuenta de que no era la máquina su enemiga sino el uso que de esta se hacía, fue entonces cuando dichos obreros comenzaron a dirigir sus quejas a los empresarios. Así nació el sindicalismo, entendido como un movimiento de resistencia contra el capitalismo.
La reacción del gobierno inglés fue prohibir cualquier tipo de asociación obrera. Parte de la historia del movimiento obrero ha estado marcada por la persecución y la clandestinidad.
En los primeros decenios de la industrialización se produjo una degradación de las condiciones de vida de los trabajadores:
- Reducción de la jornada laboral.
- Aumento salarial.
- Generalización del trabajo infantil.
- Negación ante la ayuda económica para enfermedades, paro forzoso o vejez.
Por todo esto se crearon los sindicatos en los que se reunía la gente trabajadora de un mismo oficio para defender sus reivindicaciones mediante huelgas. Constituían sociedades de ayuda mutua, las cuales disponían de cajas comunes con capital proveniente de las cuotas de los asociados.
En 1834 se formó la Great Trade Union (unión de sindicatos de oficios) en las que las cuotas de afiliación para posibles nuevos socios eran demasiado elevadas.
El sindicalismo británico optó, en sus orígenes, por las reivindicaciones económicas, sin adherirse a ideales políticos revolucionarios.
Durante las décadas de 1830 y 1840 se fundaron asociaciones obreras en los países del continente europeo, entre los que se encontraban Alemania, Francia, España y Bélgica.
Este movimiento obrero se manifestó en la mayoría de países industrializados mediante otras organizaciones, ej: cooperativas.
En los años 1838 y 1848, el movimiento obrero británico pasó a la acción política utilizando el cartismo (consistió en un movimiento en Inglaterra que trató de presionar al parlamento mediante la recogida de firmas en apoyo a determinadas cartas donde se reivindicaban ciertos derechos. En una de ellas, concretamente en el año 1838, se definía un programa democrático basado en el sufragio universal masculino). El cartismo organizó huelgas, pero el movimiento fracasó a causa de la represión, de las divisiones internas y la derrota de la revolución de 1848 en Europa.
Los obreros se reunieron en organizaciones republicanas y de izquierdas a favor del sufragio universal masculino. Después de aquella revolución, las doctrinas socialistas empezaron a crear partidos de clase, de carácter exclusivamente obrero.



Ludismo:


El ludismo (luddism en inglés) fue un movimiento obrero que adquirió auge en Inglaterra a partir de 1811, y cuyas acciones se basaban en la revuelta espontánea y desorganizada, atacando con frecuencia a los instrumentos de producción. Sus seguidores se llamaban ludistas o luditas (luddites en inglés), nombre que tomaron del semilegendario líder del movimiento, Ned Ludd.
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Historia [editar]
El movimiento ludista tuvo una vida relativamente corta. Pronto muchos de los dirigentes obreros comprendieron que no eran las máquinas sino los empresarios sus enemigos. Gran Bretaña conoció cuatro grandes oleadas ludistas entre 1811 y 1816 y posteriormente el movimiento se extendió por toda Europa (en España son conocidos los hechos de Alcoy, en 1820).
El movimiento se oponía a toda clase de tecnología, que según su vertiente ideológica, hace que el hombre pierda su capacidad laboral y por ende creativa, para servirse de manera esclavista de las formas de tecnología, que hacen más productivo el trabajo en términos de rapidez y no del capital humano. El maquinismo supuso muy pronto el deterioro de las condiciones laborales de los obreros y, al principio, dejó a muchos sin trabajo. Por ello, en las primeras décadas del siglo se produjeron muchos levantamientos de obreros y campesinos que protestaban contra la introducción de las máquinas y la generalización del sistema fabril.
El ludismo surgió como una primera respuesta violenta a las crecientes tasas de desempleo que supusieron la implantación de máquinas capaces de hacer el trabajo de varios hombres, con la consiguiente pérdida del empleo por parte de los mismos, implicando que los obreros empezaran a ver a las máquinas como causantes de sus problemas. Ya empezaba a manifestarse un sentimiento de unidad entre las clases proletarias, mejor conocido como conciencia de clase, que les lleva a una mejor organización como grupo, llevando a cabo protestas pacíficas para la mejora de sus condiciones de vida y trabajo.
La disolución violenta, por parte del ejército, de una manifestación de trabajadores en Nottingham que pedían trabajo y un salario más justo, tuvo como respuesta el incendio nocturno de sesenta máquinas de tejer medias. Estas acciones destructivas, que se extendieron por las zonas de intensa industrialización de Lancashire y Yorkshire en 1812, tomaron el nombre de un imaginario Capitán Ludd (probablemente en recuerdo de Ned Ludd), que firmaba las cartas intimidatorias dirigidas a los propietarios de las máquinas. En ellas se exigía la pronta retirada de las máquinas para una fecha en concreto, o en caso contrario, enviaría hombres a destruirlas, quienes en caso de encontrar resistencia, tendrían incluso su autorización para asesinar a los dueños y destruir las propiedades.
La respuesta gubernamental a dicho movimiento llegó a suponer la ejecución de dieciocho ludistas en 1813.
A partir de 1817 el movimiento empezó a decaer, pero se continuó en el campo inglés en los años 1830 y se extendió a otras regiones del continente europeo, donde la Revolución Industrial estaba adquiriendo relevancia. En Cataluña se llegó a quemar la máquina más avanzada del momento. A pesar de todo, sin una base ideológica definida, su alcance era claramente limitado debido a que se dirigía a las máquinas en lugar de atacar las verdaderas causas de su situación, por lo cual empezó a desaparecer a medida que la protesta se fue desplazando de ir contra las máquinas para dirigirse contra sus propietarios, forjándose de esta manera los primeros sindicatos obreros.
A finales del siglo XX, en plena revolución digital, surgió un movimiento conocido como neoludismo, que se opone a la inteligencia artificial y todo avance científico que se apoye en la informática. Reconoce que no sólo los empresarios son los explotadores sino que es la forma en que funciona la tecnología la que aliena tanto al explotador y al explotado convirtiéndose, a criterio de ellos, ambos en partes funcionales de la maquinaria tecnológica.


Trade Unions:

Un sindicato es una organización democrática, integrada por trabajadores en defensa y promoción de sus intereses sociales, económicos y profesionales relacionados con su actividad laboral, respecto al centro de producción (fábrica, taller, empresa) o al empleador con el que están relacionados contractualmente.
Los sindicatos, tras reunirse con sus afiliados, informarles y llegar a acuerdos previos o tomar conciencia de las necesidades del momento, negocian en nombre de estos (negociación colectiva) los salarios y condiciones de trabajo (jornada, descansos, vacaciones, licencias, capacitación profesional, etc.) dando lugar al contrato colectivo de trabajo.
El sindicato tiene como objetivo principal el bienestar de sus miembros, es decir asegurar condiciones dignas de seguridad e higiene laboral y generar mediante la unidad, la suficiente capacidad de negociación como para establecer una dinámica de diálogo social entre el empleador y los trabajadores. La libertad sindical de los trabajadores para crear, organizar, afiliarse, no afiliarse o desafiliarse, cambiar de sindicato es libre y sin injerencias del Estado, patrones, empleadores u otros sindicatos. Es considerado como un derecho humano básico.
Ciertos sectores del liberalismo consideran la actividad sindical contraria a la regulación de la esfera económica en cuanto que otorgaría ciertos privilegios a los trabajadores sindicalizados frente a los trabajadores autónomos que deciden no unirse. Con este argumento, algunos empleadores llegan a ir tan lejos como coartar la libertad de asociación del trabajador exigiendo la no-sindicalización como condición sine qua non para el empleo.[1] [2] Si bien es cierto que historicamente los sindicatos han incurrido en abusos de poder y excesos a lo largo de su historia, abogados pro-sindicales como el Concilio Australiano de Sindicatos o el Partido Laborista Australiano a menudo citan a los sindicatos como pioneros del movimiento obrero de principios del siglo XX que buscaba terminar con el trabajo infantil, conseguir mejoras para la seguridad durante el desempeño del trabajo, el incremento de los salarios para ambos sindicalizados y autónomos, elevando los estándares de vida de toda la sociedad, la reducción de horas de la jornada laboral, la promoción la educación pública y conseguir otros beneficios para la clase obrera.


Socialismo utópico:
La expresión «socialismo utópico» designa un conjunto heterogéneo de doctrinas de reforma social, previas al auge del marxismo y el anarquismo, que surgieron a comienzos del siglo XIX como respuesta a los serios problemas que acarreaba el triunfo del industrialismo y el liberalismo en Europa. Los representantes más destacados de esta corriente son Robert Owen en Inglaterra, y Saint-Simon, Charles Fourier y Étienne Cabet en Francia. Algunos rasgos comunes se pueden encontrar también en las corrientes insurreccionalistas de Graco Babeuf, Filippo Buonarroti y Auguste Blanqui.
Las diferentes corrientes del socialismo utópico se disolvieron o se fueron integrando al vasto movimiento socialista hegemonizado desde la Asociación Internacional de Trabajadores (1864-1876) por las ideas de Marx y Bakunin. Pero dejaron una impronta significativa, en particular en el cooperativismo, la socialdemocracia, el hippismo, el capitalismo estatista, el ecologismo, el feminismo, las ecoaldeas y el cristianismo social.
La expresión «socialismo utópico» fue acuñada por Federico Engels en Del socialismo utópico al socialismo científico, uno de los libros más leídos del socialismo en las últimas décadas del siglo XIX. Esa expresión no era nueva, pero anteriormente se había usado en forma polémica, como acusación de un grupo contra otro, mientras que Engels realiza a la vez una operación histórica y una caracterización ideológica: los reivindica como orígenes del socialismo, los impugna por proponer un ideal irrealizable y los agrupa y homogeneíza a todos como un momento previo al “socialismo científico”, que sería su superación dialéctica. En este sentido, Engels populariza la expresión “socialismo utópico” con un valor negativo.
El socialismo utópico es sobre todo identificado por la voluntad de concebir comunidades ideales, reglamentadas según modelos diversos, pero desconectadas de la evolución natural de la sociedad donde debieran nacer. Estas comunidades podían ser tanto proyectos más o menos cerrados para desarrollar de manera contemporánea, como los falansterios de Fourier, o bien podían estar ubicadas en un futuro más o menos mediato, como un ideal social dotado de algún grado de perfección. El utopismo de estas sociedades consiste, generalmente, en la falta de correspondencia entre los objetivos perseguidos y los medios pensados para lograrlos.



Socialismo Científico:


El socialismo científico es el nombre con el que se buscó distinguir al marxismo de Karl Marx y Friedrich Engels del resto de las corrientes socialistas existentes a mediados del siglo XIX, y que por no incluir sus premisas teóricas son calificados de forma opuesta como socialismo utópico.


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Socialismo utópico [editar]
Las construcciones teóricas de Robert Owen, Saint-Simon, Louis Blanc, Pierre-Joseph Proudhon o Charles Fourier, por ejemplo, se consideran dentro del socialismo utópico ya que las mismas, aun no compartiendo ideología, sí resultaban de la respuesta a un mismo contexto económico y social: la Revolución Industrial, el triunfo de la burguesía, la condición del proletariado y el surgimiento del movimiento obrero, fenómenos que aparecen originalmente en la Inglaterra de finales del siglo XVIII y se difunden por Europa durante el siglo XIX.
La división entre anarquismo y socialismo [editar]
La división entre socialismo marxista y anarquista se produce posteriormente, a finales del siglo XIX, con la escisión de la Primera Internacional en la que ambos movimientos estaban presentes. La Segunda Internacional (1889) pretendió recoger el monopolio del concepto de socialismo científico identificándolo con el marxismo, condenando como «utópico» el resto del movimiento obrero, estuviera inspirado por otros tipos de socialismo o por el anarquismo, ademas se producieron multiples conflictos y choques entre las grandes potencias de tal manera que los problemas bélicos y coloniales fueron los principales puntos a que se sujetó el desarrollo de la asociación.
Premisas teóricas del socialismo científico en contraposición a otras corrientes [editar]
Las premisas teóricas del socialismo científico conciben éste como el análisis científico de la sociedad, que a través del materialismo histórico extrae las leyes de su evolución, con una perspectiva determinista. Aunque el mismo concepto de socialismo no sea original del marxismo (como movimiento político se le encuentran precedentes fundamentalmente en los ciclos revolucionarios franceses desde 1789 hasta la Revolución de 1848), sí es completamente original su aplicación del método dialéctico (filosofía idealista alemana de Hegel) a la ciencia económica clásica (sobre todo inglesa: Adam Smith y David Ricardo). Con la conjunción de estas tres tradiciones europeas se llega fundamentalmente al concepto de plusvalía y la interpretación marxista de la lucha de clases, con la conclusión de que por necesidad histórica se ha de terminar imponiendo una dictadura del proletariado que llevaría en el futuro a una sociedad sin clases o sociedad comunista. Karl Marx no se consideraba de ningún modo el fundador del socialismo ni despreciaba a los pensadores anteriores, como puede comprobarse en la siguiente cita: «En cuanto a mí, no me cabe el mérito de haber descubierto ni la existencia de las clases en la sociedad moderna ni en su lucha entre sí». Karl Marx ofrece un esbozo de su pensamiento y explica el proceso intelectual que siguió para llegar al socialismo científico en el prólogo a la "Crítica de la Economía Política" de 1859.






Marxismo:


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Karl Marx.
El marxismo es el conjunto de doctrinas políticas y filosóficas derivadas de la obra de Karl Marx, filósofo y periodista revolucionario alemán, quien contribuyó en campos como la sociología, la economía y la historia, y de su amigo Friedrich Engels, quien le ayudó en muchos de sus avances en sus teorías.
Marx y Engels se basaron en la filosofía alemana de Hegel y de Feuerbach, la economía política inglesa de Adam Smith y de David Ricardo, y el socialismo y comunismo francés de Saint-Simon y Babeuf respectivamente, para desarrollar una crítica de la sociedad que fuera tanto científica como revolucionaria. Esta crítica alcanzó su expresión más sistemática en su obra más importante dedicada a la sociedad capitalista, El capital: crítica de la economía política.
Además de las raíces mencionadas, algunos pensadores marxistas del siglo XX, como Louis Althusser o Miguel Abensour, han señalado en la obra de Marx, el desarrollo de temas presentes en la obra de Maquiavelo o Spinoza. También diversos sociólogos y filósofos, como Raymond Aron y Michel Foucault, han rastreado en la visión marxista del final del feudalismo como comienzo del absolutismo y la separación del Estado y la sociedad civil, la influencia de Montesquieu y Tocqueville, en particular en sus obras sobre el bonapartismo y la lucha de clases en Francia.
Desde la muerte de Marx en 1883, varios grupos del mundo entero han apelado al marxismo como base intelectual de sus políticas, que pueden ser radicalmente distintas y opuestas. Una de las mayores divisiones ocurrió entre los reformistas, también denominados socialdemócratas, que alegaban que la transición al socialismo puede ocurrir dentro de un sistema pluripartidista y capitalista, y los comunistas, que alegaban que la transición a una sociedad socialista requería una revolución para instaurar la dictadura del proletariado. La socialdemocracia resultó en la formación del Partido Laborista y del Partido Socialdemócrata de Alemania, entre otros partidos; en tanto que el comunismo resultó en la formación de varios partidos comunistas; en 1918 en Rusia, previo a la formación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, dimanan 2 partidos del Partido Obrero Social Demócrata de Rusia: el Partido Comunista, formación comunista, y el Partido Social Demócrata de Rusia. Aún sigue habiendo muchos movimientos revolucionarios y partidos políticos en todo el mundo, desde el final de la Unión Soviética, aunque el internacionalismo obrero ha sufrido una grave crisis. Aunque hay partidos socialdemócratas en el poder en varias naciones de Occidente, hace mucho que se distanciaron en aspectos relevantes de sus lazos históricos con Marx y sus ideas. En la actualidad en Laos, Corea del Norte, Vietnam, Cuba, la República Popular China y Moldavia hay en el poder gobiernos que se autoproclaman marxistas.

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